Historietas III

Me veo y me río en el espejo.
Tengo canas. Tengo tripa.
Ya no soy el que era.
Pero sigo adorando el silencio. Por eso me gustan ciertas clases, porque no hay casi mejores experiencias que estar explicando el origen del seno en Babilonia mientras tus alumnos te miran, algunos escuchando, algunos en su mundo.
Me gusta dar clase porque uno se vuelve capaz con el paso del tiempo de casi adivinar lo que se cuece en la mente de esos pequeños que tan mayores se creen.
Se puede ver al que va de rebelde, porque aunque sea un cliché, lo hay.
Se puede ver al que se quiere integrar.
A esos dos que se miran de reojo.
Es bonito ser profesor.

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- ¿Y tú dónde has estado, Alberto?
-Yo en Etiopía, ayudando a mi tía en los proyectos sociales.
- ¿¡Ah si!? Jo, que interesante, y cuéntanos, ¿qué has hecho allí?
-No se, estar en el centro de menores, en el colegio; cuidando a los niños, jugando con ellos,enseñandoles...y también visitar el norte, para ver más allá de la ciudad.
- ¿Y qué te ha parecido? ¿Muy distinto?
- Si, muy muy distinto. Es otro mundo. Pero son más felices allí que aquí.