viernes, 9 de abril de 2010

Hiperactividad.

Ahora es cuando me entra la hiperactividad.
Se me quita el sueño,
y no sé si ponerme a estudiar biología.
O a escribir mi historia.
O cerrar el ordenador e irme a dormir.

Ah, Madame Lenina me espera. Y debe estar ya un poco harta de esperar.
Y hoy odio ese verbo.
Es perfecto para empezar.

Madame Lenina había estado esperando durante años.
Cuando sabes que esperas, suele hacerse más fácil.
Pero ella solo aguardaba cualquier información sobre ella misma, sobre el mundo.
A cambio tenía libros.
No recordaba haber salido de su cuarto jamás.
Cada mañana se incorporaba lentamente, y suavemente, bebía un trago de agua de una copa de cristal que la esperaba en su mesilla.
Cada mañana era agua mineral de una botella recién abierta la noche anterior.
Quizás ese trago era uno de los mejores momentos del día,
recordaba sus sueños.
Y si sus sueños se le hacían agradable, era porque se salían de la rutina.
Cada noche era distinta para ella, y cada día era igual.
El agua siempr estaba fría, como la casa.
Era agradable.
Siempre dormía tapada.
Cuando comenzaba a amanecer, y la luz comenzaba a traspasar una clara cortina, ella se despertaba.
Poco rato después ya hacía calor.
Entraba al baño, el agua caliente caía con presión sobre su espalda.
Se enjabonaba con gel de caramelo.
Y después pintaba sus labios con carmín.
Unas gotas de rímel adornaban sus ojos.
En la cocina desayunaba té, zumo, leche caliente.
Siempre en ese orden.
Sólo podía beber por las mañanas.
Un día trató de comer una galleta.
No recuerda ese día claramente, pero sabe que vomitó por horas, y tan sólo había probado un mordisquito.

Continuará..

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