lunes, 8 de febrero de 2010

Cuando me pregunto por mi falta de concentración no tengo respuesta.
He estado 35 minutos estudiando mates.
Es todo, absolutamente, todo lo que he estudiado.

Y sin embargo, a veces si estudio, quiero decir...
El jueves no quede, me centré, hice la presentación...
Y llevo bien algunas cosas.
Pero siempre todo justo, el último momento...
Las cosas se me cuadran justas. Y no entiendo como.
Si es intuición...
Pero me siento irresponsable.
Siempre me pasó con las matemáticas.
Me acuerdo ahora mismo, del año pasado, que fui a un examen, supongo que parecido que hoy...
Habiéndole dedicado quizás, 20 minutos.
Y salió bien. Y ahora son mates fáciles, por decirlo de alguna manera.
Y es un examen que practicamente ya hice.
No debería sentirme mal. Pero un poquito culpable es lo normal.
Quedan...
132 horas 20 minutos para el sábado a la 1 del mediodía.
De esas 132h, 39 estaré durmiendo.
De las 93 restantes, 43 estaré en clase.
Quedan 50h, y por lo menos 5 las pasaré contigo.
Ahora son 45h, y la tarde del viernes no cuenta así que le quitamos ya 10h.
Ni la mañana del sábado realmente. Así le restamos otras 3.
Quedan 32h.
Entre duchas y comidas, ya bajan a 27h.
Esas son las horas que voy a estar suspirando.
Realmente no son tanto. Es como un día sin dormir....

Una idiotez de post. Pero de los idiotas del todo, pero que me apetecía escribirlo.

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Ahora una pequeña historieta...

El jersey azul marino le cubría hasta las rodillas.
Debajo se veían sus medias. Medias de tigresa en piernas de elefante.
XXXL. Era, más que duro vivir con eso.
No solo la parte que veía la gente.
Además dolia. Dolia el alma junto con el cuerpo.
Los pies, más hinchados aun por el calor, gritaban quejosamente.
Mens sana in corpore sano.
Y como ella no estaba sana, su mente no estaba sana.
Eso pensaba ella, al menos.
Su reflejo le dañaba. Siempre cubierta.
Del cuello a la rodilla. Ni un centímetro de su cuerpo a disposición para burlas.
Y siempre huyendo, huyendo de la vida y de la gente.
Y de las pesas. Las malditas pesas que mentían...
¿Qué sabía una pesa sobre su peso?
Su peso era lo que veía en el espejo, lo que sentía en sus entrañas....
Y ella sentía vergüenza de si misma, de su retrato deformado y arrastrado.
Su sombra se deslizaba por el suelo, tratando de embellecer su figura, intentando verse esbelta.
Pobre sombra, que aún tenía esperanzas.

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