lunes, 14 de diciembre de 2009

Y a mi no me gustaba Bécquer.

Y realmente tampoco me gusta ahora.
Pero comienzo a realmente disfrutar con su poesía, y no por sus temas, no por su loco amor ni por su desconsolación ni por su mala suerte.
No, disfruto no por lo que dice. Si no por como lo dice.
Brutal a veces.


Yo quisiera escribirle, del hombre
domando el rebelde mezquino idïoma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.



Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma,
¡y entonces comprendí por qué se llora!
¡y entonces comprendí por qué se mata!


Hoy como ayer, mañana como hoy,
¡y siempre igual!
Un cielo gris, un horizonte eterno
y andar... andar.


Y cada vez que leo esta última estrofa, me acuerdo de Quevedo y su:



Ayer se fue; Mañana no ha llegado;
Hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado


Y esto a su vez me lleva a Machado y su paso del tiempo:

Del hoy que será mañana y el ayer que es todavía...

Y me doy cuenta de cómo juegan con nosotros los poetas.

No hay comentarios: