martes, 8 de diciembre de 2009

Primer borrador

Acabo de terminar el primer borrador para los colegios del mundo unido. Que miedo da. Todavía no lo siento demasiado, simplemente sientes algo de tensión por si lo estarás haciendo mal, inseguridad, y ganas de leerselo a alguien, para que lo critique de pies a cabeza y tengas que remodelar todo. Porque malheuresement, somos personas inseguras, el hombre es inseguro de si mismo...
He decidido, mientras la escribía que debo atreverme a escribir aquí, si quiero creativamente, que no tengo que tener miedo a que me juzguen o a escribir mal, a equivocarme.
Y también quería agradecerle a cierta persona, su apoyo en todo esto, y la confianza que siento que tiene en mi, que cuando leo el espero verte aquí en un año, me recorre un escalofrío y me entran esperanzas. Cuando confias en mi para lograrlo, haces que yo confíe algo más también en mi.

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Todos los días veía repetirse la misma escena.
Aquel hombre gritaba -Libertad!- con el puño en alto y la mano teñida de rojo sangre.
Todos los días el público conmocionado aplaudía en respuesta a ese final dramático.
Y siempre él, era el encargado de devolver la realidad a una platea llena de espectadores excitados por ese segundo cercano a los sentimientos rebeldes que todos llevamos en el interior, él era el encargado de borrar las esperanzas que durante dos horas se habían forjado, el responsable de que la gente, siguiera siendo gente y no individuos, de que la gente volviera a apagarse en el tono grisáceo de la rutina a la que volverían el lunes siguiente.
Al comienzo, había amado su trabajo.
Había amado descorrer el majestuoso telón carmín al final de las actuaciones, y el disfrutar cuando empatizaba con el público cargado de adrenalina.
¿Qué profesión habría mejor, que aquel que disfruta del teatro triplemente, por él mismo, por los actores que ve desarrollarse y por el público que ve reir y llorar?
¿Qué profesión habría mejor? Se preguntaba al principio.
Sin embargo, este último drama le había hecho odiar su trabajo.
Este último drama le hacía todos los días subir hasta la cumbre de la esperanza y caer en el abismo después.
Un día decidió salir él al escenario y gritar libertad. Un día pensó que tenía derecho a ser actor de su vida, y lo hizo, salió y gritó.
Y al contrario de lo que podíamos esperar, esto no produjo una esperada revolución, ni produjo el deseo de libertad real del público, esa obra inacabada por la falta de telón sólo trajo miedo, a un grupo de espectadores, que no lograron conciliar bien el sueño durante las siguientes noches.
Nadie entendía porque el telonero había salido a gritar libertad.


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