martes, 8 de diciembre de 2009

Siempre había amado mi capacidad para alejarme del mundo.
Me encantaba tumbarme en mi cama con los ojos cerrados y escuchar Tchaikovsky mientras poco a poco mi casa se hacía pequeña.
Pronto veía mi manzana, mi antiguo colegio, la estación de Atocha, mi barrio, veía desde lejos, desde arriba el edificio de Metropolis.
Y allí paraba, paraba viendo todo Madrid y recordaba toda la gente que conocía, me imaginaba lo que estarían haciendo.
Entonces seguía subiendo, subía hasta que Madrid era sólo una masa diminuta en el centro de la Península Ibérica, y pensaba en todos los maravillosos lugares que conocía y que no conocía y que en el fondo estaban todos cerca.
Pero no se acababa allí mi viaje, seguía subiendo y España se hacía pequeña, Europa se hacía pequeña.....y perdido en el universo, nuestro planeta parecía tan pequeño que no merecía la pena preocuparse por él.
Y sin embargo me preocupaba, porque si empezaba a pensar en cada persona, que conocía y que no conocía, si empezaba a preocuparme por cada persona, la Tierra crecía, crecía hasta devolverme, aterrorizada a mi cama.


1 comentario:

Dasha dijo...

....no sé que decirte
me encanta, este es perfecto (: