martes, 17 de agosto de 2010

El Square.

-¿Lo hace usted siemopre, espera siempre a que cierren?

- No, pienso como usted, en general tampoco me gusta ese momento, pero hoy sí, hoy quiero esperar.

- Tendrá usted sus razones, desde luego - dijo la muchacha pensativa.

- Soy un cobarde, señorita, eso es todo.

La muchacha dio un paso hacia él.

- Dice usted eso por mi culpa, por culpa de todo lo que he dicho, estoy segura.

- No, lo digo porque a esta hora me entran ganas de reconocer y de decir la verdad.

- No diga usted eso, por favor.

- Pero si todo lo que he dicho era de cobarde, desde que hemos empezado a hablar.

- ¡Oh no!, pero no es lo mismo decirlo así, en una sola palabra, no es justo.

El hombre sonrió.

- Pero si no tiene ninguna importancia, créame.
- Es que no comprendo por qué el solo hecho de que vayan a cerrar el square le hace descubrir de repente que es un cobarde.

- Porque no soy capaz de hacer nada por evitar... la desesperación, sino al contrario.

- ¿ Y en qué consistiría la valentía en eso de dar una vuelta?

- En hacer algo por evitarla, comprende, en intentar distraerme de la desesperación.

- Por favor, se lo ruego, dé usted un paseo.

- Pero si toda mi vida ha sido así.

- Pero por esta vez, hágalo por esta vez.

- No, señorita, yo no quiero empezar a cambiar.

- ¡Oh, sí!, me doy cuenta de que he hablado demasiado.

- No, al contrario. Es precisamente por haberla oído con tanto gusto por lo que me doy cuenta de cómo soy, de que vivo hundido en mi cobardía. Pero no es que sea hoy más cobarde que ayer, por ejemplo.

- No sé a qué llama usted cobardía, pero la suya me avergüenza de su valor.

- A mí, en cambio, el valor de usted me retrata más vivamente mi cobardía. Es eso, hablar.

- Como si viéndole a usted el valor me pareciese algo inútil, algo sin lo cual se puede pasar muy bien.

- Cada cual hace lo que puede, usted con su valor y yo con mi cobardía. Eso es lo que importa.

El Square. Marguerite Duras.

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