24 horas...
Una lagrima corre lentamente por mi mejilla. 1, 2, 3...he perdido 3 segundos desde que supe que me quedaban 24 horas de vida. No puedo delatar mi fuente de información, pues me tacharíais de loca.
A partir de ahora comienza la cuenta atras. Decido salir del maldito lugar en el que me encuentro. Me doy cuenta de que no puedo, es mi habitación.
Pienso en todos los sueños, en todas las aspiraciones que tenía antes de saber que solo me quedan 24 horas de vida.
¡Mierda! - grito para mi misma. Y me preguntó, también a mi misma, si voy a perder el tiempo como lo hago normalmente, en organizarlo.
Intento decidirme por como gastar estas horas que el reloj va marcando, pero nada me llama la atención, me doy cuenta de que "estudio Francés para algún día poder vivir en Francia si quiero", que hago el trabajo de la Ruta Quetzal "para ganar el premio", que estudio para almacenar conocimientos a lo largo de toda mi vida, y que curioseo en internet solo becas y cosas así.
Pienso en quedar con mis amigos, pero no puedo salir de mi habitación.
Quizás si leyese...Abro un libro, paso una página tras otra, pero nada es como antes, porque no tengo sed de saber, me doy cuenta de que yo no podría vivir "como si fuera el último día", me doy cuenta de lo duro que debe ser para alguien no tener sueños, ni ambición.
Al rato, me doy cuenta de que estoy perdiendo el TIEMPO.
¿Qué es perder el tiempo? Gastarlo en cosas que no tienen utilidad, ni sirven para nada.
Cuando te quedan 22 horas de vida, nada tiene provecho.
Cuando te quedan 22 horas de vida, nada tiene provecho.
Nada salvo una cosa, escribir, quizás no me sirva para nada a mi, pero puede que sí a otras personas.
Y escribo, escribo todo lo que pasa por mi mente. Escribo sobre el otoño, sobre la vida, y sobre el sabor del café.
Escribo sobre mis padres, que todo quede.
E intento dejar un suave reflejo de mi en cada palabra que hay sobre el papel
Intento divertir, que quien lo lea disfrute.
Y termino, me duelen los ojos, las manos, y la pluma se ha quedado sin tinta.
Pero me he dado cuenta, de que si hay cosas que se pueden hacer. Me quedan 17 horas.
Pienso en dormir, pero...prefiero un café cargado, un arábico, de esos que probe con 15 años. Le echo una buena cantidad de leche condensada, no me tengo que preocupar por engordar.
Cojo mi hucha, y la rompo. Fuerzo la puerta de mi habitación. Si quieres, puedes.
He roto la barrera que me encerraba. Dono todo mi dinero. Me ofrezco como voluntaria.
La recepcionista, amable, me contesta: ¿Y que días de la semana prefieres venir?
HOY - es toda mi respuesta.
Me dice que puedo ir a cuidar a una anciana que se ha quedado sola en casa. Está a 1 hora en metro.
Mientras llamo al timbre, me doy cuenta de que tan solo me quedan 15 horas.
Subo a su piso, y me fijo en todo, en el olor a gato que hay en el descansillo, en la colcha de flores moradas que está sobre la cama, y en el hornillo no del todo apagado. Hace frío. Puedo ver a Concha, que así se llama, recostada sobre un diván. Parece un cuadro. Parece un reflejo del pasado.
Le pregunto si puedo retratarla. Le parece la mejor idea que ha oido en los últimos tiempos. Mientras mi lapiz hace su trabajo, ella me va contando lo que veo en su expresión, y lo intento transcribir, la nostalgia, la tristeza, el conocimiento...Las experiencias vividas, acumuladas en sus tantas arrugas.
Termino el dibujo, quedan 13 horas. La mujer me cuenta que quiere morir. Que su vida terminó hace mucho tiempo, y ahora solo es un fantasma. Yo le cuento que no quiero morir. Sin saber muy bien porque le digo eso, dice "y es que hija mia, dios le da pan a quien no tiene dientes" y se rie. Más sola que conmigo, pero me permito sonreir acompañandola.
Me dice que me vaya, que estoy perdiendo el tiempo, y aunque realmente no es así, decido hacerle caso.
Voy al banco, y pido una tarjeta de crédito. Me queda algo de dinero y contrato el seguro de vida. Escribo una carta a mis padres, les pido, que de ese dinero que les den, se queden la mitad, le regalen a la mujer, Concha, un 10%, y el resto a ONGs, que donen al UWC, porque fui feliz pensando que podía haber ido.
Me doy cuenta de que tengo que escribir más cartas, escribo una carta a Marta, a mi primo, a mis tios, otra para mi madre, y otra para mi padre. Finalmente, escribo una carta para que quede. Para que investiguen porque supe mi muerte con 24 horas de antelación.
Me quedan 10 horas.
Me voy a la piscina, y nado, nado, relajandome durante horas.
Cojo mi bici, y..pedaleo, salgo de Madrid. Veo pueblos, veo verde.
Me pregunto porque nunca había hecho eso.
Con pena, me doy cuenta de que tan solo queda una hora.
Vuelvo a mi habitación, en un autobus de los verdes, sonrio al conductor, y a todo con el que me cruzo. Las últimas buenas acciones.
Estoy en mi habitación.
Solo pido que no me duela.
14 minutos.
13 minutos.
12 minutos.
11 minutos.
¿Cómo moriré? Permito vagar a mi imaginación.
8 minutos.
7 minutos.
6 minutos. No aguanto más la incertidumbre, me tumbo y grito.
4 minutos.
3 minutos.
2 minutos. Estoy harta de esperar una muerte que no se como ocurrirá.
Busco la palabra "veneno" en google. Uno puede morir sin sufrir. Pero no en menos de dos minutos.
Cojo un cuchillo. Lentamente lo acerco a mi muñeca. Me arrepiento. ¿Y si así solo consigo sufrir más?
1 minuto.
El cuchillo que tengo en la mano, se va moviendo hacia mi cuello, en realidad, no soy yo quien lo dirige, sino el destino.
0.0 minutos.
La muerte no es sino el último descubrimiento que no podemos desvelar, mi último pensamiento no es un te quiero no dicho, no es tristeza, es curiosidad, la misma con la que nací.
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